Diseñada por Carlos Ott, tendrá una fachada irregular que la distinguirá en el skyline porteño. El emprendimiento de GNV Group tendrá 52 pisos, 209 departamentos de vivienda y 190 metros de altura.

Marina Cassolino y gentileza de GNV Group

El edificio insignia del complejo Madero Harbour, en el Dique 1 de Puerto Madero, tendrá una envolvente totalmente vidriada al igual que muchas de sus vecinas, pero no se parecerá a ninguna de ellas. La obra que pensó el arquitecto uruguayo Carlos Ott tendrá una fachada completamente irregular, lo que le dará una impronta disruptiva en el skyline de la Ciudad de Buenos Aires. Algo que reforzarán sus 190 metros de altura y que la convertirán en la segunda torre más alta de la Argentina. El emprendimiento de GNV Group contará con 52 pisos y 209 departamentos de vivienda y ya se está construyendo. El proyecto ejecutivo está a cargo del estudio argentino Urgell-Penedo-Urgell, y la construcción, de Sudamericana, aunque la primera etapa de la obra, que incluyó basamento y subsuelos, fue responsabilidad de la constructora Caputo. Hasta el momento, el complejo Madero Harbour tiene construidas cuatro torres de oficinas denominadas World Trade Center y dos torres de residencias, una llamada Harbour House y la otra, Harbour Residences. Al lado de Harbour Tower va a alzarse un hotel, que también diseñará Carlos Ott y estará administrado por la cadena hotelera Marriott International. Esta llegará con la marca W Hotels Worldwide, con una inversión de alrededor de u$s 100 millones en una torre de 35 pisos. La inauguración está prevista para 2024. Además de su precio, que –en concordancia con lo que se maneja en esta zona de Puerto Madero– superará los u$s 6.000 el m² promedio, los detalles hablarán de la característica premium de este edificio. Contará con SUM, zona de parrillas, sauna, gimnasio, piscina cubierta y descubierta, áreas verdes en distintos niveles, laundry, vestuarios para el personal doméstico y cochera.

Nuevo horizonte

En un recorrido que solo nos dejó ver el obrador y un poco más (N. de E.: esta nota estaba planteada para ser la Visita de Obra, pero no pudimos recorrerla), la arquitecta Carolina Miranda Casanovas señaló algunos de los elementos centrales que caracterizarán la torre. “Harbour Tower busca darle al skyline de la Argentina un nuevo horizonte. No hay una torre como esta en el país. La principal novedad es el window wall y curtain wall que va a tener y que no vemos en ninguna otra torre”, plantea. Sucede que cada piso será diferente de los demás y eso le dará una impronta en cuanto a diseño. “Esta torre no solo resaltará por su carpintería, sino también por su forma. Va a llamar la atención y a romper con todos los estereotipos”, apunta la arquitecta. El edificio también quiere convertirse en uno de los más selectos y exclusivos del país, por eso tendrá algunos detalles destacables. Para empezar, contará con un lobby que llegará a los 9 metros de altura y con una serie de entrepisos donde se ubicarán servicios y amenities. La mayor parte de los departamentos tendrá 3 metros de altura, aunque en los pisos superiores se podrán encontrar alturas de 4 metros. Las residencias comenzarán en el piso 6 y llegarán hasta el 13; habrá ocho unidades por piso con 1 dormitorio. Del 14 al 22 se ofrecen cinco unidades por piso, y del 23 al 34, tres departamentos por piso que se dividen en un semipiso y dos unidades un poco más chicas. Del piso 35 al 38 se repite la modalidad de ocho unidades por planta. Los pisos superiores serán diferentes. Del 39 al 43 habrá cuatro unidades por planta y del 44 al 47 se construirán semipisos. Del 48 al 50, en tanto, cada unidad contará con la planta completa. Finalmente, los pisos 51 y 52 conformarán un penthouse exclusivo, y posiblemente el más caro del país. El vidriado en todo el perímetro permitirá que los departamentos tengan vista al río. Desafíos en altura Actualmente, la obra llega hasta el octavo piso. Los trabajos comenzaron en 2016 y demandarán alrededor de tres años más. El ingeniero Oscar Casella, jefe de obra de Harbour Tower por Sudamericana, cuenta algunos detalles que intentan reflejar los desafíos de llevar adelante un edificio de estas características. “La etapa inicial fue muy compleja por el nivel de exigencia de una fundación que demandó una profundidad de 30 a 40 metros. “No se tiene idea de lo que se puede encontrar allí abajo. Uno de los problemas fue evitar perforar el acuífero puelchense porque es muy difícil de reparar”, cuenta. “Otra particularidad de la obra es su nivel de exigencia y rigurosidad. Tenemos muy poco margen de error, por eso utilizamos un encofrado autotrepante, que nos permite trabajar en la estructura e independizarnos de la torre grúa”, señala Casella. El encofrado autotrepante tiene guías propias y un sistema hidráulico propio que permite que vaya subiendo solo, sin necesidad de otro medio de elevación. Este sistema desocupa la torre grúa para otras tareas y, por otro lado, logra mayor precisión. La necesidad de optimizar el uso de elevadores y grúas tiene que ver con la gran altura de la torre. “Hay varios problemas en ese aspecto”, dice el ingeniero. “Uno es el tema de la seguridad. En el hormigonado tenemos protección en tres pisos al mismo tiempo para contener cualquier elemento que pueda caer. Están las pantallas habituales, pero cuando lleguemos a más altura es probable que cerremos con redes todos los pisos, porque solo con las pantallas en altura corremos el riesgo de que una tormenta vuele algún elemento”. Otro desafío importante será el de la logística. “Hoy tenemos trabajando 150 personas, pero cuando la obra esté sobre el piso 20, vamos a estar finalizando pisos inferiores aunque no esté terminado el hormigón. Entonces va a haber, al mismo tiempo, cerca de 300 personas trabajando en la obra”, cuenta Casella. Este movimiento hará que se saturen los elevadores previstos para trasladar personal y materiales. Un montacargas estándar se desplaza a razón de 20 metros por minuto, por lo que, entre el ascenso y el descenso, podría demorar alrededor de 10 minutos. “Cuando haya que movilizar 300 personas se van a necesitar un par de montapersonas, coordinar horarios, además de arreglar espacios –como vestuarios, baños y espacios para comer en distintos pisos en la obra– para que la gente no tenga que bajar”, asegura. El hormigonado a 190 metros de altura será otro gran reto. A pesar de que utilizarán hormigón autocompactante, en la Argentina no hay bombas que puedan enviar el material a esa altura. Sudamericana intentará traer al país una de estas máquinas, pero cabe la posibilidad de que la obra se termine a mano, con la utilización de los tachos tradicionales. Un diseño complejo La irregularidad de la fachada de Harbour Tower será su principal sello e impondrá una impronta en el horizonte de Buenos Aires. Sin embargo, esto representa uno de los mayores dolores de cabeza para los ingenieros y desarrolladores de la obra. El tema es que no habrá una planta igual a la otra y por eso se necesitó de mucho estudio y revisiones. La obra no trabaja sobre la base de la optimización sino a partir de otra lógica, la del diseño. “Es una combinación de window wall y curtain wall. Window en relación con carpinterías que no van de piso a piso, sino de losa a losa. Son autónomos, pero cierran todo el perímetro; no va a haber otra envolvente que no sea vidrio. La irregularidad del diseño implicará encuentros muy particulares; cada caso implica una forma de resolución distinta, sobre todo para prevenir el ingreso de agua, algo que va a estar sometido a condiciones climáticas extremas en el piso 50. Es mucha la elaboración, la precisión y el control. En un trabajo común, el capataz o un trabajador calificado que mira un plano puede detectar errores, porque tiene referencias. En esta obra no las habrá”, dice Casella. Es por eso que un agrimensor tomará medidas con anterioridad, durante y al final de cada etapa de la ejecución, de forma de eliminar cualquier error.

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