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Edición #91 |
"Nosotros resolvemos problemas"
A cargo del estudio que lleva su apellido, Juan Martín Urgell repasa más de seis décadas de historia. En especial, desde 1992, cuando ingresó como asociado a la empresa familiar. Del pasado en clave de trayectoria, de la actividad y las exigencias del presente; y del futuro y la coyuntura económica habla, entre otros temas, el arquitecto e incipiente desarrollador.
Pepe Mateos
Un importante libro de 340 páginas, lomo cuadrado y cuidada edición, con amplio despliegue fotográfico, es el objeto con que Urgell-Penedo-Urgell conmemoró en 2016 sus seis décadas de trayectoria. La publicación contiene y refleja las obras clave de la firma. La charla de esta mañana con Juan Martín Urgell también es el repaso por los 60 años de vida del estudio, además de su propia historia profesional, ligada indefectiblemente a la empresa familiar.
El actual titular del estudio comenta que sus primeros trabajos datan de los 80, después de la disolución de Llauró-Urgell, firma que arrancó en 1956 cuando realizó el edificio de oficinas Royal en el centro porteño. Puntualmente, Juan Martín comenzó a trabajar con el Mercado de Abasto. “Papá (Juan Antonio, el primero de los Urgell que aparece en el nombre del estudio) tenía una relación con Hirsch, quien era uno de los accionistas del Mercado. Después vinieron el Hogar Obrero y, finalmente, IRSA”, evoca cronológicamente. “El hotel Intercontinental y las torres del Alto Palermo fueron las iniciativas que siguieron”, enumera.
De acuerdo con el relato de Juan Martín, el ‘92 es merecedor de un párrafo aparte: fue el año de la incorporación de Augusto Penedo y también su propia fecha de ingreso como asociado a la firma, en paralelo al emprendimiento de Puerto Madero, que volvió a conectarlo con IRSA y con los hoteles NH. “Y también con Cartellone, Caputo y Lanusse”, ilustra, refiriéndose a las constructoras con las que llevaron a cabo distintos proyectos.
“Tenemos un perfil amplio de obra, de todo tipo”, subraya el arquitecto. “El año pasado, por ejemplo, hicimos el data center de 54.000 m² del Banco Santander, lo más sofisticado de oficinas de la ciudad de Buenos Aires”, enfatiza, en relación con un trabajo que los llevó a involucrarse “en las tripas del proyecto, en temas tecnológicos internos dentro del mismo edificio”. Por cierto, la relación del estudio con el banco reaparecerá más adelante.
Como a todos los arquitectos, quizás por la combinación esencial que existe entre sueño y proyecto, Urgell también elige hacer hincapié en el tiempo presente, que, en clave de arquitectura, siempre es hablar de futuro. En concreto, se encuentran a cargo de la Dirección de Obra del proyecto residencial Harbour Tower, en el Dique 1 de Puerto Madero; de un edificio de oficinas a la entrada de Nordelta (Buenavista Park 10); de un hotel en Comodoro Rivadavia, Chubut; de una sucursal del BBVA en Río Cuarto, Córdoba; y a la espera de novedades desde Dubai.
Y hay más. “Nos convocó un estudio americano para un hospital fuera del país”, señala en relación con la actualidad de la firma, en la que también aparecen hoteles en CABA, un proyecto de oficinas situado exactamente en el Distrito Tecnológico “y un puente peatonal para vincular el Parque de la Innovación (ex Tiro Federal) con Ciudad Universitaria… ¡En los últimos 20 años, no hicimos puentes!”.
Hay equipo
Antes de continuar con la actividad del estudio, Urgell precisa: el equipo que le da vida está integrado por más de 50 personas, con un perfil diversificado. Los arquitectos Enrique Lynch, Juan Pierantoni, Andrea López, Gustavo Vago y Juan Pablo Rodríguez, junto con Elisa Alurralde, completan la lista de asociados. “Antes de este último gobierno éramos 60. Subrayo lo diversificado de nuestro perfil y lo remarco porque significa que sabemos hacer obras complejas”, enfatiza.
“Pero no es mérito mío; yo apenas soy el director de orquesta –continúa Urgell, refiriéndose a las capacidades multifacéticas del estudio–. Es mérito de los equipos dedicados que se preocupan por obras y clientes”. Siempre en relación con el liderazgo, el arquitecto destaca cierta horizontalidad, traducida en interacción.
“Los mismos asociados tienen diferentes perfiles: están aquellos más abocados al diseño y otros que tienen mayor inclinación a la dirección de obras”, esboza Urgell a manera de retratos, aunque sin distinguir quién tiene más aptitudes para qué. Sin embargo, apunta hacia el aporte de esta heterogeneidad en su dinámica de trabajo. “Desde nuestro directorio, armamos una mesa donde organizamos los equipos y destacamos a los más aptos para cada tema que nos toca”, especifica.
“Mientras que Augusto era más vertical (se jubiló en 2014), mi conducción tiene una impronta horizontal y es más participativa aunque, obviamente, tomo mis decisiones. A mi viejo, que falleció el año pasado, siempre lo consultaba, pero nunca le pedía ni recibía instrucciones. Lo cierto es que la complementariedad le da más calidad al conjunto”, explica el entrevistado, refiriéndose a los estilos de conducción y a los resultados.
Cuando el tema es la filosofía del estudio, Urgell responde: “Todo tiene que fluir, esa es nuestra filosofía”. Y enfatiza: “Nosotros resolvemos problemas”. En este sentido, pone el foco en el equipo de gerenciamiento de Urgell-Penedo-Urgell. “A la gente del banco, por ejemplo, le gusta nuestro estilo y el esfuerzo que ponemos en las obras grandes, que son las que hacemos nosotros. Terminamos de entregar el Santander en agosto, aunque hay 10 personas en Dirección de Obra. No somos los más baratos porque, de verdad, somos obsesivos: hacemos, revisamos, ajustamos, reproponemos. Y eso los clientes lo saben valorar”.
Consultado acerca de competir por precios, el entrevistado reconoce abiertamente que “perdemos la mayor parte de las veces en las que nos presentamos a una compulsa”. Según detalla, “en general nos vienen a buscar, porque ya nos conocen. Aunque quizás les digamos lo que no quieren escuchar: que la obra tarda seis meses en lugar de tres”. Asimismo, revela, con las constructoras ocurren las dos cosas: “A veces nos vienen a buscar ellos a nosotros y otras veces se da a la inversa”.
Siglo XXI
En el ida y vuelta por los últimos 60 y tantos años, aparecen emprendimientos y contextos. El nuevo siglo trajo para el estudio iniciativas emblemáticas como la UCA y el templo Amijai (2004 y 2003, respectivamente). Haciendo hincapié en la posibilidad de desarrollar el costado más social que brinda la profesión, Urgell explica que durante un año asistió a los servicios religiosos judíos, a efectos de comprender e interpretar la espiritualidad en clave de arquitectura.
Lo cierto es que el primer año del nuevo milenio fue impactante para toda la Argentina; un año que muchos equiparan con 2019. ”Ahora somos muchos más que en 2001”, dice Urgell, contrastando la firma de aquel entonces con la de hoy. “Estamos viendo qué va a pasar. Como en este país no existe el crédito…”, confiesa y reflexiona acerca del marco económico, antes de volver a la primera persona del plural: “Con el banco, conseguimos cierta estabilidad que nos permite tomar obras más chicas, que, a la vez, son las necesarias para sostener equipos”, comenta, evaluando.
Con una buena cantidad de iniciativas en estos 30 años de vida que tiene Puerto Madero, a las ya citadas se pueden sumar los Edificios Costeros y el Mirador. Urgell opina que el barrio más caro de la ciudad, en definitiva, “fue un delirio con suerte. Entender que la Argentina pudo hacer ese proyecto… Aunque hubo cambios: el Dique 1 no fue íntegramente dedicado a oficinas y en el Dique 2 no hubo un racimo de torres abigarrado que representara a la ciudad judicial”. Así y todo, a decir de Urgell, “Puerto Madero salió básicamente como fue pensado”, lo cual no es poco.
El siglo XXI es actualidad y, en ese sentido, el arquitecto señala una nueva faceta: la del desarrollador. “Estamos tímidamente empezando”, grafica en relación con lo incipiente de esta actividad. Según indica, desde el estudio tuvieron la idea de armar grupos de inversores. Y sumar más. Así, comparte, compraron un terreno en Boedo para hacer un edificio con crédito, además de otras dos locaciones cuyos barrios no precisa.
De acuerdo con el titular del estudio, reunir a un grupo de “inversores amigos” para desarrollar la arista de desarrolladores (valga la redundancia) también es una manera de generarse trabajo. “Gira la rueda y, desde cierto punto de vista, es un ejercicio divertido”, estima.
“Pero la verdad es que, después de tantos años de retracción, sentimos que estamos condenados al éxito”, declara Urgell, riendo y apelando a la vieja sentencia del ex presidente Eduardo Duhalde del año 2002, antes de explicar que es optimista con respecto al futuro. “Aun cuando nada se vende, ya hay atisbos de reactivación. Hay una sensación, en estas últimas dos semanas, de que algo se destrabó. La gente se cansó de esperar”, puntualiza en relación con su percepción del período de transición política, que fue el momento en el que se llevó a cabo esta entrevista.
Sin rehuir a dar una opinión sobre el presente de la Argentina y, puntualmente, sobre las políticas económicas, el entrevistado considera que para el país es positivo un tipo de cambio alto. “Ojalá lo mantenga, porque da mejores oportunidades”. Y agrega: “Con el peronismo hay más movimiento de mercado. Los melones lentamente se reacomodan”.
Con 58 años y tres hijos que en un momento formaron parte del estudio –hoy solo trabaja con él la licenciada en Recursos Humanos–, Urgell se toma unos minutos cuando se le pregunta por algo que no hizo y quisiera hacer. Según revela, le hubiera gustado hacer la base Rey Juan Carlos en la Antártida, pero no pudo ser. “La verdad, prefiero cambiar el interrogante y responder qué no hice y no haría jamás: mi propia casa. Trato de comprar para entrar con el cepillo de dientes. Me cuesta estar en obra en mi propia casa”, finaliza.