
Visita de obra |
Última Edición | #95
De la alfombra vegetal a la composición artística
Recorrimos la intervención de Cristina Le Mehauté en el jardín de la empresa de exteriorismo Tolder. La obra comprende un mural de 72 m² que representa un bosque, la incorporación de 510 plantas, piezas artísticas a modo decorativo, la construcción de plataformas y decks, la instalación de trillages y la colocación de iluminación especial.
Marina Cassolino
Una soleada y calurosa tarde de mediados de noviembre, en la que la primavera comenzaba a darle paso al verano, llegamos a la avenida Alvear 1444, en el barrio porteño de Recoleta. Allí, Lorena Obiol (editora de la revista), Marina Cassolino (fotógrafa de Marketing de Obras) y yo nos reencontramos personalmente tras nueve meses de realizada la última visita presencial a una obra. Pero esa vez era diferente: además de grabadores y cámaras, fuimos equipadas con los infaltables barbijos, máscaras y frascos de alcohol en gel que ya son parte imprescindible de la vida cotidiana en la denominada “nueva normalidad“, tras la pandemia global desatada por el COVID-19.
Pero volvamos a Recoleta. En ese punto de la ciudad se ubica el local que abrió Tolder, firma especializada en la fabricación de toldos, cerramientos, cortinas y persianas, así como en la comercialización de muebles de exterior e interior desde hace más de 30 años. La cita allí era para entrevistar a Cristina Le Mehauté, la paisajista que lleva adelante el replanteo e intervención del espacio verde que se despliega en el fondo de ese local comercial: un jardín que dejó de ser solo “una alfombra” vegetal para transformarse en una composición artística. Unos minutos más tarde de lo pautado, llegó ella: alegre, verborrágica, graciosa, avasallante, relajada y dispersa… un torbellino de energía que revoluciona todo a su alrededor. “Alguien distinto”, “todo un personaje” y “un poco especial”: así la describió, entre risas, Norberto Lapajufker (al que la mayoría llama Norby), presidente de la empresa.
Tras los saludos y presentaciones de rigor, atravesamos el local para conocer a la estrella: un jardín de 306 m² que está siendo intervenido por esta paisajista desde junio de 2020. Sentadas en los sillones que ambientaban un cerramiento vidriado montado como jardín de invierno –en el acceso al parque y a continuación del área de exhibición interior– comenzamos a charlar con ambos.

Para una empresa de exteriorismo, contar con un local que tiene un espacio abierto como ese es comparable a hallar una piedra preciosa. No obstante, al presidente de Tolder le parecía que debía ser pulida para maximizar su potencial. Así fue como en febrero –prepandemia– convocó a Le Mehauté. Mientras la artista clavaba unas hermosas flores rojas de vidrio entre medio de la vegetación, Lapajufker recordó cómo fue que llegaron a conocerse: “En agosto de 2019 pudimos alquilar este local que incluía este jardín impresionante. Cuando lo vi, dije: esto es para mí. Y ya no me importó nada más. Fue un hallazgo. Si bien el jardín estaba parquizado, el lugar merecía otra cosa: tenía que tener magia, explotar y transformarse en algo diferente. Como nunca habíamos trabajado con una paisajista (porque nuestros otros locales siempre fueron muy urbanos), hablé con una arquitecta amiga que me recomendó dos o tres profesionales entre los que estaba Cristina, sobre quien me aclaró que era distinta. ¡Y tenía razón! (risas). Pero yo quería a la distinta”.
A continuación, el empresario reprodujo su primer e inolvidable encuentro: “¿Qué pasó cuando Cristina vino a ver el local? Se paró en el acceso al jardín y empezó a gritar: ¿Quién fue el iluminado que consiguió este lugar? Y a repetir a toda voz: ¡Ay, mi amor, mi amor, mi amor! Yo no entendía nada. Alguien me había dicho que era un poco especial, pero jamás pensé en semejante personaje (más risas). La verdad, desde ese día que entró en nuestras vidas fue un amor a primera vista. Ella se enamoró del lugar y de nosotros, y nosotros, de ella. El día que llegó, creo que ya dibujó todo en su cabeza y no había nada más para hablar”.
Al relato se suma la mirada de la artista, cuya percepción fue similar: “Yo soy muy observadora, difícilmente se me escape algo. Cuando lo conocí a Norby, me gustó y pensé: Este tipo no es normal, tiene una locura que me sirve. Y así me pude conectar con su niñe” (carcajadas conjuntas).
PROYECTO EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Luego de intercambiar algunas ideas, se hicieron los renders y se definieron algunos detalles. Pero, a los pocos días de presentado el proyecto y el presupuesto, llegó la pandemia a la Argentina y comenzó la cuarentena. El comerciante recordó ese duro momento: “Se cerró todo. Hubo un parate del proyecto y hasta empresarial porque no sabíamos qué haríamos, si tendríamos que devolver el local o qué pasaría. Se fueron sumando quincenas a la pandemia; ya estábamos en mayo o junio, pero habíamos empezado a trabajar un poco online así que acordamos con Cristina comenzar a hacer una pequeña intervención en solo uno de los espacios planteados. A las semanas, se empezó a vender y todo comenzó a andar un poco mejor, así que le dije que avanzáramos con todo. Armamos un equipo enorme”. Parte de él son la arquitecta Marcela Saccone, mano derecha de Lapajufker y jefa de Producto de Tolder, y a Anahí Salva, “coequiper y futura socia” de Le Mehauté, según definición de la propia jefa.
La propuesta a desarrollar apuntaba a “ser rupturista ciento por ciento, hacer un Casa Tolder que fuese similar a las muestras de Casa FOA pero permanente y solo de exteriorismo, que invite a un recorrido por diferentes escenarios en un mismo jardín”, contó el comerciante. Para llevar a cabo el desafío se realizó un mural (sobre dos de las paredes medianeras) que al representar un bosque permite proyectar la vista al infinito. También se plantearon diversos espacios con mobiliario y pérgolas de la marca para seducir a los posibles compradores, algunas piezas de arte, iluminación especial para crear un “efecto día soleado”, además de –obviamente– la incorporación de gran variedad de plantas, respetando la arboleda existente.
Al momento de la entrevista, se avanzaba en la creación de tres áreas diferentes donde se exhibiría mobiliario acorde a cada ambientación. Estos espacios se suman al jardín de invierno vidriado “Transparencia” donde nos recibieron. Asimismo, estaba en proceso el armado de una pequeña plataforma con mesas y sillas orientadas a los millennials en uno de los laterales del terreno, otra base más amplia donde se montaría un comedor para una galería exterior cubierto por una pérgola (ambas en el área denominada Bosque, próxima al mural) y otra zona, en el extremo opuesto del lote, que simularía el espacio de un balcón urbano. Sin embargo, ninguno de ellos serán ambientes estáticos sino que aspiran a renovar el mobiliario en cada estación del año.
MANOS A LA OBRA
En esta intervención se agregaron 510 plantas (dado que debía triplicarse la cantidad que había previamente) y se mantuvieron los seis árboles que ya estaban en el predio. Para la plantación se adicionaron solo 3 m³ de compost “porque el jardín existente tenía buen sustrato (salvo en la zona del alcanfor)”. Al respecto, Cristina explicó su curiosa técnica para ubicar los plantines: “Agarro la planta, la tiro para atrás y donde cae, la planto. Es como si hubiese caído del cielo. De este modo no parecen plantadas por el hombre dado que uno tiende automáticamente a armar algo ordenado”. En tanto, la realización del mural artístico –de 72 m²– que representa un bosque arbolado se llevó a cabo en dos etapas y estuvo a cargo de los muralistas Luciano Ianuzzi y Joaquín Longinotti. La idea de la imagen surgió del Estudio Le Mehauté, inspirada en un cuadro de Vincent Van Gogh titulado Dos figuras en el bosque. “Se tomó esa imagen como base y se trabajó en la inclinación de las figuras de los árboles y sus colores para llegar a la tonalidad de las plantas existentes en este jardín”, explicó Salva.
Sobre ello, Le Mehauté añadió: “El que había allí era un muro horrible pero ahora (luego de haberlo pintado) estoy segura de que nadie puede imaginarse cómo era el espacio antes de intervenirlo. Lo saqué de toda posibilidad mental. Hay un bosque que ampliamos al infinito. Los artistas que encontré son una pieza preciosa, valen oro”. Asimismo, dispersas por el jardín se colocaron 16 flores de vidrio (a modo decorativo), obra del arquitecto y artista Guillermo Patiño. Además, se construyeron plataformas y decks para crear tres espacios diferentes: uno de 20 m² construido en forma integral; otro espacio de 14 m² en el que se realizaron trabajos para poder instalarle el deck; y el último, de 16 m², que fue extendido. También se reutilizaron 28 m² de trillages. Ambos trabajos estuvieron a cargo del arquitecto Fabián Mulis.
En cuanto a la cartelería, se utilizó la existente, mientras que la iluminación es responsabilidad de Rubén Amsel. Se instalaron seis luminarias (una para cada árbol) y cuatro proyectores que simulan luz solar para generar el efecto “día soleado” durante las jornadas en las que el clima no acompañe. “¡Es todo un escándalo!”, gritó exultante Le Mehauté. Hacia el final del encuentro, la artista estaba muy entusiasmada con una intervención de arte digital sobre la que se encontraban trabajando en esos días (proyectarían imágenes sobre una pantalla en la zona de ingreso al local, que podrían ser apreciadas desde la vereda): “Mi libido ahora está en el arte digital de la vidriera, que mostrará parte del jardín de atrás. El paisajismo no está apartado de ese arte, sino que permite que sea parte de él. Es como un casamiento, están vinculados. Será una locura, la gente vendrá a sacarse fotos en la vereda. ¡Será un escándalo!”, repitió su frase de cabecera mientras volvió a reír a carcajadas. Tras posar para unas fotos, nos despedimos. Porque la pandemia no pudo con ellos ni con nosotras.
TIEMPO DE GESTACIÓN
Antes de comenzar a recorrer el predio, la paisajista compartió las sensaciones que le despertó la propuesta y su visión sobre el diseño de los espacios: “Se notaba que este era un jardín de época característico de la zona. La alfombra ya estaba tirada (parquización de base) y los trillages eran antiguos pero los reorganizamos para ampliar y ordenar el lugar. Había una realidad y nos acomodamos a ella. No íbamos a sacar todo para empezar de cero. Todo lo contrario, me encanta agarrarme de lo que hay, los contenidos vienen después. Pero ese no era un espacio para exhibir muebles”.
Le Mehauté agregó: “Me encanta que se luzcan productos a partir de mi obra, me gusta mucho preparar los espacios para lograrlo así que los organizo y veo la distribución de los muebles imaginándome los personajes que vendrán luego a comprar. ¡Es un viaje! No tengo una planificación del diseño, lo primero que hago es sentir al cliente. En este caso, al decirme que quería tener un Casa FOA propio, tomé esto como eje conductor y armé diferentes espacios en los que imaginé, por ejemplo, a gente que está en Pinamar o en San Rafael mirando el bosque. Según lo que pensaba el cliente había que poner varias pérgolas, invadir todo. Pero para lograr el objetivo planteado la gente debe entrar a un lugar que sienta que es un oasis, como un pulmón, donde el verde será el marco de lo que sucederá allí todo el tiempo”.
A su vez, expresó: “No me cuesta nada armar un lugar a partir de imaginarme algo. Si yo no puedo justificar la propuesta, para mí no existe; además esta debe tener un contexto. Cada uno de los lugares de este jardín está hiperjustificado. A ellos fuimos llegando basándonos en los pedidos de Norby y en sus productos. Con esta intervención se busca incitar a que las personas compren, porque cuando aparece el vil metal de por medio hay que generar el deseo en el otro, lograr que el posible comprador se quede un rato en el lugar y que este lo atrape. Me parece que eso lo logramos, aunque todavía creo que le falta un poco más de locura al espacio”.
Más allá de ello, Le Mehauté aclaró que este tipo de trabajos es muy diferente de las intervenciones que realiza para muestras como las de Casa FOA: “En esos casos hay libertad absoluta, no se tiene que responder a un cliente puntual ni a un propósito concreto, entonces utilizo el paisajismo como un transmisor de metáforas, de emociones y mensajes. Para mí el paisajismo es una obra de arte que tiene que poder emocionar”.
